Alejandro, tu crítica a la “creatividad política” es aguda, y comparto el hastío hacia los malabares performáticos de ciertos sectores intelectuales que sueñan con el llamado del Príncipe. Pero me parece que el diagnóstico yerra en lo fundamental: no es la creatividad lo que nos ha fallado, sino su captura por el imaginario capitalista, que reduce toda invención a una técnica de gestión o a una estrategia de supervivencia estatal.
Desde Castoriadis, la democracia es precisamente el espacio instituyente de la creatividad colectiva, no su negación. Lo que él llama autonomía es la capacidad de una sociedad de ponerse en cuestión a sí misma, de crear nuevas formas —de producir, de decidir, de convivir—, no como ingeniería del deseo sino como praxis lúcida. Reducir la creatividad a la economía es aceptar que lo único posible es lo administrable. Pero ahí no hay creación, hay adaptación.
La política no es solo el arte de gobernar escaseces; es el terreno donde una colectividad se atreve a inventar significaciones nuevas, a romper con lo heredado sin negar su peso. De lo contrario, sí: nos queda el caos o la tiranía. Pero también, si renunciamos a imaginar colectivamente, nos queda algo peor: la gestión infinita de lo dado, sin horizonte.
La “creatividad económica” que proponés puede ser necesaria, pero nunca suficiente. Porque sin una imaginación política radical, incluso la economía seguirá sirviendo a los mismos fines: sostener lo insostenible.
La crítica a la «creatividad política» es su premisa de que la política es completamente autónoma a las condiciones materiales. El efecto práctico de esa premisa suele ser conservador: gobiernos progresistas con gran «creativiadad política» que se recuestan sobre dinámicas económicas que no dominan y a veces ni entienden, o que sencillamente las parasitan hasta que se agotan. La política es el espacio de la creatividad colectiva PARA gobernar escaseces, negarlas en un momento de crisis climática sería necio y peligroso.
Entender a la creación sin adaptación es considerar a las condiciones materiales (la planetariedad, sus recursos, pero también las prácticas arraigadas y dispersas de la sociedad) totalmente subordinadas a una idea, sea de Castoriadis, de las asambleas populares o del soviet supremo.
Ninguna creatividad es suficiente, se trata de generar el mejor feedback posible entre un conjunto de prácticas creativas dispersas y un plan que la conduzca al bien común sin atrofiarlas. Ese es el horizonte para gestionar lo dado, porque materialmente no tenemos otra cosa que lo dado.
Obviamente, te respondo en el mismo plano simplificador del posteo, que son unas notas apuradas. Si algún día lo desarrollo, voy a tener que matizarlo, y estos comentarios y críticas que me acercan me van a ayudar a hacerlo. Gracias por leer y comentar.
Algo del cruce que proponés está pasando en el ámbito de la tecnología climática, donde se cruza ambiente, tecnología, economía y también territorialidad, porque solo funciona lo que tiene lógica para la región (los que importan modelos de afuera sin ver necesidades reales fracasan).
Por ejemplo dos startups de México que levantaron capital recientemente son las que unen vehículos eléctricos con conductores de plataformas (descarbonización del transporte+menos costo operativo para los conductores) o acceso a energía solar por suscripción (saltando al Estado como -mal- proveedor de energía). También hay una empresa cordobesa muy interesante que logró monetizar el ahorro de agua (que no tiene ningún sentido económico pero sí ambiental). Obviamente hay que mirar de cerca pero es un sector para seguir (casualmente desde Climatech Argentina se trabaja mucho con Córdoba, hay una conferencia ahora en mayo).
Nooo la PTM podía tener la oportunidad (capaz) ese viernes de ir al Museo por lo menos :(
Comparto link de otra comunidad en la que estamos desarrollando un nuevo paradigma para poner a conversar https://txt.networkismo.com/index.html
Alejandro, tu crítica a la “creatividad política” es aguda, y comparto el hastío hacia los malabares performáticos de ciertos sectores intelectuales que sueñan con el llamado del Príncipe. Pero me parece que el diagnóstico yerra en lo fundamental: no es la creatividad lo que nos ha fallado, sino su captura por el imaginario capitalista, que reduce toda invención a una técnica de gestión o a una estrategia de supervivencia estatal.
Desde Castoriadis, la democracia es precisamente el espacio instituyente de la creatividad colectiva, no su negación. Lo que él llama autonomía es la capacidad de una sociedad de ponerse en cuestión a sí misma, de crear nuevas formas —de producir, de decidir, de convivir—, no como ingeniería del deseo sino como praxis lúcida. Reducir la creatividad a la economía es aceptar que lo único posible es lo administrable. Pero ahí no hay creación, hay adaptación.
La política no es solo el arte de gobernar escaseces; es el terreno donde una colectividad se atreve a inventar significaciones nuevas, a romper con lo heredado sin negar su peso. De lo contrario, sí: nos queda el caos o la tiranía. Pero también, si renunciamos a imaginar colectivamente, nos queda algo peor: la gestión infinita de lo dado, sin horizonte.
La “creatividad económica” que proponés puede ser necesaria, pero nunca suficiente. Porque sin una imaginación política radical, incluso la economía seguirá sirviendo a los mismos fines: sostener lo insostenible.
Hola, Federico:
La crítica a la «creatividad política» es su premisa de que la política es completamente autónoma a las condiciones materiales. El efecto práctico de esa premisa suele ser conservador: gobiernos progresistas con gran «creativiadad política» que se recuestan sobre dinámicas económicas que no dominan y a veces ni entienden, o que sencillamente las parasitan hasta que se agotan. La política es el espacio de la creatividad colectiva PARA gobernar escaseces, negarlas en un momento de crisis climática sería necio y peligroso.
Entender a la creación sin adaptación es considerar a las condiciones materiales (la planetariedad, sus recursos, pero también las prácticas arraigadas y dispersas de la sociedad) totalmente subordinadas a una idea, sea de Castoriadis, de las asambleas populares o del soviet supremo.
Ninguna creatividad es suficiente, se trata de generar el mejor feedback posible entre un conjunto de prácticas creativas dispersas y un plan que la conduzca al bien común sin atrofiarlas. Ese es el horizonte para gestionar lo dado, porque materialmente no tenemos otra cosa que lo dado.
Obviamente, te respondo en el mismo plano simplificador del posteo, que son unas notas apuradas. Si algún día lo desarrollo, voy a tener que matizarlo, y estos comentarios y críticas que me acercan me van a ayudar a hacerlo. Gracias por leer y comentar.
Algo del cruce que proponés está pasando en el ámbito de la tecnología climática, donde se cruza ambiente, tecnología, economía y también territorialidad, porque solo funciona lo que tiene lógica para la región (los que importan modelos de afuera sin ver necesidades reales fracasan).
Por ejemplo dos startups de México que levantaron capital recientemente son las que unen vehículos eléctricos con conductores de plataformas (descarbonización del transporte+menos costo operativo para los conductores) o acceso a energía solar por suscripción (saltando al Estado como -mal- proveedor de energía). También hay una empresa cordobesa muy interesante que logró monetizar el ahorro de agua (que no tiene ningún sentido económico pero sí ambiental). Obviamente hay que mirar de cerca pero es un sector para seguir (casualmente desde Climatech Argentina se trabaja mucho con Córdoba, hay una conferencia ahora en mayo).